A medida que se aceleran los avances en la tecnología de las CPU, los procesadores modernos son cada vez más grandes, rápidos y potentes. Esta tendencia, a la vez que ofrece una potencia de cálculo sin precedentes, crea retos importantes para los componentes de apoyo de los sistemas de servidores, especialmente en aplicaciones militares exigentes como radares, sonares y sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR).

Uno de estos retos es la necesidad de memorias robustas que puedan seguir el ritmo de los avances de las CPU y, al mismo tiempo, resistir las duras condiciones de los despliegues militares.

Por qué las CPU están impulsando la necesidad de memorias más rápidas

Las CPU modernas están diseñadas para procesar grandes cantidades de datos a la velocidad del rayo, con núcleos que se cuentan por docenas y velocidades de reloj que alcanzan nuevas cotas. En las aplicaciones militares de radar, por ejemplo, las CPU se encargan del procesamiento de datos en tiempo real para la detección, clasificación y seguimiento de objetos. Estas operaciones requieren no sólo la potencia bruta de la CPU, sino también subsistemas de memoria que puedan suministrar datos a los procesadores sin cuellos de botella.

Sin embargo, a medida que aumenta la capacidad de las CPU, también aumentan su consumo de energía y la generación de calor, lo que puede poner a prueba la arquitectura del servidor, especialmente la memoria. La memoria debe funcionar con un gran ancho de banda y baja latencia para igualar la velocidad de procesamiento de la CPU, o el rendimiento general del sistema se resentirá. El rendimiento del sistema depende de las mejoras tanto de la CPU como de la memoria.

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